sábado, 17 de abril de 2010

SIN CONFIANZA NO HAY EVOLUCIÓN!



Últimamente insisto mucho sobre la necesidad de tener confianza en uno mismo, en los demás y en la vida! Lo sé, quizás incluso parezco un disco rayado y repito insistentemente este tema a las personas que me rodean. Ni que decir tiene que, en un sentido amplio, la confianza es una evidente manifestación del amor, y, como tal, exige ausencia de miedo. Pero en el terreno más concreto, la confianza nos brinda la oportunidad de llegar a ser como deseamos, a alcanzar nuestros objetivos y a dejar fluir la vida tal como viene, sin ofrecer resistencia!

Ni que decir tiene que nuestra capacidad de ser felices es inversamente proporcional a nuestra resistencia a fluir desde dentro y a nuestro recelo personal ante lo externo, lo que mos rodea. Si creemos -aunque sea profunda e inconscientemente- que no estamos capacitados para, por ejemplo, el amor o ser felices, todos nuestros actos y decisiones corroborarán y harán realidad ese pensamiento, lo que nos traerá una vida ausente de amor y de felicidad, aunque afirmemos buscarlos incansablemente en nuestra vida. Los psicólogos le llaman creencia limitativa, que no es más que esas creencias que, de alguna manera, nos han inculcado sobre nostros mismos y que nos privan de llegar a ser o a vivir lo que merecemos. Como se dice popularmente, no hay peor ciego que el que no quiere ver! Y es que, en nuestra vida temprana, los demás, nuestras experiencias y nosotros mismos construímos un yo falso, basado solo en esas percepciones propias y ajenas que, en la realidad, guían nuestras decisiones y coartan nuestro camino en la vida.

Y contra esto no hay otra solución posible que adquirir esa confianza que perdimos por el camino. ¿Cuántas veces de niños algún mayor nos avisó del peligro de ser como somos o de hacer alguna cosa diferente a lo que se esperaba de nosotros? Los niños, imprudentes donde los haya, más que ser inconscientes o ingénuos, son advertidos -por "amor"- a hacer lo que toca y como Dios manda las cosas! Eso, año a año, hace que vayan adquiriendo miedo ante ciertas situaciones y actitudes y les hace llegara ser temerosos... ante sí mismos, ante Dios, ante los demás, ante el mundo. Así, se va minando su propia libertad y su propia capacidad de actuar libremente, lo que les convierte en temerosos y, cada vez más, abandonarse al designio de sus referentes educadores, ya sean sus padres, los presuntos maestros o las divinidades! De ahí la necesidad aprendida de buscar y tener continuamente maestros o guías para iluminar sus pasos, más que decidir por ellos mismos sus pasos. Así, por ejemplo, los niños se sienten más satisfechos por complacer a sus padres o maestros, que en ser coherentes consigo mismos! Pero, ¿qué pasa cuando esta coherencia ante los demás, acompañada del miedo, logra estar de espaldas ante sus propias necesidades personales?

Uno adquiere una personalidad ajena e incluso tóxica para uno mismo, basada en la complacencia ajena y en el miedo a decepcionar a los que le rodean. Pero, internamente, las personas seguimos teniendo nuestras propias inquietudes marcadas por nuestra verdadera manera de ser. Ni que decir tiene que esa resistencia a ser, pensar, sentir y vivir tal como uno es, es una fuente inagotble de frustraciones, de inquietud y, como consecuencia de todo ello, nos hace vivir una vida alejada de nuestra realidad personal. En casos extremos, eso hace que ciertas personas -llamémosles rebeldes- crean necesitar rodearse de personas que les guíen y les ayuden a domar sus instintos o corazonadas poco convencionales o más aparentemente transgresoras o incómodas frente a los demás o frente al mundo que les rodea! El ejemplo más claro -y a la vez extremo, pero lamentablemente común- es la entrega a relaciones de dominio, lo que es un buen precursor del llamado maltrato -ya sea de género, familiar o como queramos llamarle- incluyendo aceptar regimenes autocráticos o dictatoriales, en el nivel social o político!

Ni que decir tiene que esa autolimitación impuesta nos provoca una cierta ansiedad y, sobre todo, nos limita como personas soberanas, haciéndonos sentir ajenos e insatisfechos con lo que vivimos... o sea, muy lejos de nuestros deseos reales y, por tanto, de nuestra capacidad de ser felices! La felicidad, por decirlo de una manera simple, no es más que llegar a vivir en linea con nuestros deseos internos y personales, lo que casi siempre significa lejos de lo que se espera de nosotros o lo que aprendimos que era lo correcto y falsamente propio! Por ello debemos redescubrir esa esencia personal, aprendiendo a imponerla ante esos otros condicionantes inculcados sutilmente desde nuestra infancia por lo demás! Así, recuperaremos la confianza en nuestras capacidades, habilidades y necesidades personales, como única forma posible de ser coherentes con nosotros mismos, de ejercer nuestra verdadera libertad y alcanzar nuestra propia felicidad, que no es más que vivir de acuerdo a lo que realmente somos! Para ello es necesario renunciar al miedo inculcado a ser como somos y romper el mal hábito de seguir solo las consignas ajenas que de niños nos impusieron... y aprender a volver a confiar -de nuevo, como un niño- en uno mismo, en nuestros propios y personales recursos internos y en nuestro propio destino personal, así como entender que la vida es la única oportunidad de llegar a ser y a vivir lo que realmente merecemos... y, sobre todo, aprender que resistirse a ello es perpetuar nuestra insatisfacción e infelicidad!

Te traigo un artículo en la que un presunto experto en neurología explica desde la perspectiva racionalista y científica temas como la confianza, la libertad o el amor, situándolos en el cerebro humano e intentando aclarar nuestro comportamiento más cotidiano! Particularmente pienso que estos esfuerzos por hallar las causas fisiológicas son un vano ejercicio de vanidad humana para intentar explicar lo inexplicable de nuestra vida y de nuestra actitud ante ella... y en último caso, no logramos más que describir sus efectos, sin profundizar en las vedaderas causas que lo provocan! Aún así, es interesante leer un punto de vista realista y orgánico de las cosas y sus efectos que nos mueven a ser y a actuar como lo hacemos! Extrae tus propias conclusiones!


Joaquín Fuster, nacido en 1929, experto en neurociencia cognitiva, investigador y profesor en la UCLA"Los humanos somos una colección de egoístas codiciosos". La Vanguardia. IMA SANCHÍS - 17/04/2010

Su apellido se asocia a bata blanca y cloroformo.

Cuatro generaciones de médicos, sí. "¡Voy a ser ingeniero!", proclamé harto de médicos, pero cogieron al diestro Manolete y en La Vanguardia explicaron todas las heridas, y me pareció irresistible.

Los genes.

Una vez terminada la carrera de Psiquiatría me fui a California con una beca a estudiar el cerebro. Mi padre, psiquiatra, con clínica propia, me dijo: "Vete, aquí (pleno franquismo) no hay nada que hacer".

Y fue uno de los primeros miembros del Instituto de Investigaciones Cerebrales de la UCLA.

Sí, hacía investigación y clínica, y todavía la hago como voluntario en una clínica de enfermos psiquiátricos de habla hispana.

¿Estamos más locos que nunca?

Estamos todos un poco trastornados, y sobre todo en tiempos críticos como los de ahora. ¿Sabe cuál es el problema?

¿Cuál?

La desconfianza, nadie se fía de nadie y por tanto la gente está crispada y los jóvenes tienen el futuro en entredicho. De ahí viene esta crisis, y es que la confianza es un atributo humano muy atávico, como la filiación.

Al final, todo se reducirá a una falta de amor.

¡Exactamente!, por eso san Agustín decía: "Ama y haz lo que quieras". Lo que he aprendido a lo largo de estos años es que cada ser humano es una parte íntegra de la sociedad, inseparable de los otros. Nuestra libertad existe - luego le explicaré por qué-,pero está ligada a la de los demás.

¿Sin confianza no hay evolución?

No, porque sin confianza no hay cohesión ni en la familia ni en el grupo.

Entonces algo hemos hecho mal por el camino...

Idealizar el yo. Somos una colección de egoístas codiciosos que no tenemos en cuenta las necesidades de los demás, entre las cuales las esenciales son el amor y la filiación. Entonces, en muchos sentidos, nos estamos suicidado evolutivamente. Y hay otra cosa.

¿...?

Estas virtudes evolutivas, la confianza y la cohesión del grupo, las aprovechan demagogos, políticos y tiranos para fines de grupos restringidos. Pero la sociedad occidental ha aprendido que la guerra ya no rinde; se ha hecho tan terrible que a la juventud ya no le interesa, y eso es algo nuevo y bueno.

¿Usted cree que el ser humano tiene memoria para no repetir los desastres?

De hecho, tenemos muchas memorias. La intuición, por ejemplo, es una forma de memoria inconsciente. La corazonada es un acto ejecutivo sin razonamiento lógico consciente, pero profundo y fundado.

¿Las hormonas superiores?

Exacto, que nos advierten lo que debemos hacer y no se equivocan; esto es memoria, es percepción inconsciente. Y también es la base de otra cosa: la sabiduría.

¿La sabiduría es inconsciente?

Sí, la sabiduría es también memoria, mucha de ella intuitiva y mucho más estable que las otras memorias. No te acuerdas de la fecha ni de la cara ni del nombre, pero sí de ciertos hechos fundamentales.

Entonces, ¿la sabiduría es de viejos?

Sí, la sabiduría se adquiere más y más con la edad mientras se van perdiendo las otras memorias más triviales.

Iba a hablarme de libertad, ¿recuerda?

Ja, ja, ja, sí, lo había olvidado. Me he pasado 45 años estudiando el órgano de la libertad: la corteza prefrontal, que nos permite elegir una cantidad ingente de fuentes de información para modelar nuestras acciones y construirlas de acuerdo con nuestra historia personal y la historia de la humanidad.

El 99% de nuestra percepción es inconsciente.

No sabemos conscientemente lo que vemos y hacemos, pero inconscientemente lo percibimos. No hacemos lo que no debemos hacer inconscientemente.

Entonces, ¿de qué libertad me habla?

Hay de 10.000 a 20.000 millones de neuronas en nuestra corteza cerebral, su capacidad combinatoria es prácticamente infinita, así que nuestras memorias, vidas e historia son todas distintas, la capacidad de elegir es inmensa.

¿Pero quién es el que elige?

Nuestra corteza cerebral; si quiere llamarle yo,puede hacerlo.

¿Pero y la conciencia del yo, eso que andan buscando todos los neurólogos?

Sí, como locos... Yo creo que no es la conciencia la que hace las cosas, es la corteza, y cuando la corteza trabaja duro somos conscientes de ello, pero insisto: la mayoría de nuestras acciones son inconscientes.

Entonces la inteligencia cognitiva no es nuestra gran aliada.

Nuestra gran aliada es la inteligencia emocional, con ella avanzamos. Pero la pretendida conciencia intelectual nos sube los humos y es un gran impedimento al altruismo, a la filantropía y a ser más felices.

¿Qué le ha sorprendido?

La capacidad prácticamente infinita del ser humano para superar la desgracia, adaptarse a ella, y la capacidad casi infinita del hombre y la mujer para diseñar el futuro, para imaginar lo que ha de ser; y para las dos cosas se necesita la inteligencia emocional, que es el entusiasmo. Sin entusiasmo, no hay ciencia ni avance posible.

 

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